Por el año 1630 una tropa de carretas atravesaba los campos de Luján. De pronto una de ellas se detiene y nada puede el esfuerzo de los boyeros para que los animales prosigan la marcha. Para disminuir la carga, sacan de la misma una imagen de la Inmaculada Concepción hecha en terracota. Entonces los bueyes reinician la marcha. Vuelta a poner la imagen, se detenían aquéllos y el extraño suceso se repitió varias veces. Se tomó ello entonces como un anuncio de Dios para que la sagrada imagen cuyo destino era Sumampa, Santiago del Estero, fuera dejada en la villa. Así se hizo con gran alegría de un negrito llamado Manuel, que la venía custodiando desde Brasil. Desde entonces comienza su veneración, y frente a su altar pidieron protección casi todos nuestros héroes al iniciar sus luchas por la independencia nacional, siendo el General Belgrano acaso su más grande devoto.
La Virgen de Luján, cuyo santuario se halla en la ciudad de Luján, a pocos kilómetros de la Capital Federal, atrae como pocas la fe y la devoción de la mayor parte del pueblo argentino. A él acuden fieles de toda la república y aún de los países vecinos.
(Fuente: SoyGaucho.com)
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